Uno de los cómics más influyentes de la nueva escuela BD francesa sirvió de inspiración para crear una serie de animación que ha trascendido al imaginario colectivo.
Estrenada en 2010 por Pendleton Ward, Hora de Aventuras es una de las series de dibujos animados más emblemáticas del siglo XXI. Con diez temporadas y casi trescientos episodios, logró ganarse el corazón de toda una generación de fanáticos que creció y maduró al ritmo de sus ocho años de emisión. La chispa de la serie perdura a través de secuelas y spin-offs que amplían el lore de la Tierra de Ooo al tiempo que profundizan en la psique de los personajes. Pocas animaciones pueden presumir de un legado como el de Hora de Aventuras, siendo los héroes Finn y Jake personajes completamente trascendentales dentro de la cultura popular. Sus caras están presentes en cantidad de merchandising por todo el mundo, lo que constata su éxito.
Sin embargo, lo que no muchos saben es que la inspiración directa de la serie proviene de un afamado cómic francés. Y es que salta a la vista que la animación de Ward toma la fantasía heroica de Dragones y Mazmorras como referente, pero hay más. Basta con hojear las primeras páginas de esta historia para encontrar sendas reminiscencias, desde la sencillez del estilo hasta el contraste de lo naif con lo grotesco. Desde luego, el fenómeno mundial que sigue suponiendo Hora de Aventuras no sería nada sin los cimientos que colocó este cómic.
Hablo de La Mazmorra, la gran obra de Lewis Trondheim y Joann Sfar, comprendida en seis integrales que Norma Editorial recopila en gran formato. Uno de los esenciales de la Bande Dessinée moderna, que creó escuela por la manera en que abarcó la fantasía desde un punto nunca antes visto en el medio.
Todo lo que hizo grande a Hora de Aventuras está presente en La Mazmorra. Desde el apartado gráfico hasta lo meramente narrativo, existe una correspondencia ejemplar entre ambas obras. Las dos comparten una sencillez tremenda en su trazo, con formas esquemáticas que reducen al mínimo el detalle en el diseño de los personajes y su anatomía. En cambio, los fondos siempre aparecen repletos de detalle y color, con multitud de formas que guardan secretos y referencias. Respecto a la historia, ambas toman como referencias algunos de los pilares de la fantasía del siglo XX (Tolkien, D&D, la literatura pulp) para crear una sátira del subgénero heroico o de capa y espada, aunque con una identidad diferenciadora que irá conformándose junto con el desarrollo de la obra.
No obstante, hay algo en lo que La Mazmorra se permite un lujo frente a su opositora animada. Y es que, al emitirse en un canal infantil, Hora de Aventuras se encuentra siempre limitada por unas reglas de estilo que le impiden tratar algunos temas con la madurez que requiere. Siempre fue una serie tremendamente inteligente, sobre todo durante sus últimas temporadas, que abarcaron con maestría asuntos como el paso del tiempo o la muerte, pero las restricciones estaban presentes. En cambio, en La Mazmorra existen los excesos, la violencia explícita y el lenguaje malsonante, todo ello dentro de un marco aparentemente inocente que sorprende al lector tan pronto como se sumerge en las leyendas de Terra Amata. En un lugar tan colorido y al mismo tiempo hostil, nada es lo que parece.
Es por esto que el estilo de Joann Sfar le viene como anillo al dedo, concediéndole a la historia un aspecto de tira cómica donde la secuencialidad da pie tanto a grandes batallas como a momentos tronchantes. El trazo del de Niza es inestable y descuidado a conciencia, anatómicamente impreciso, recordando al cómic underground en su unión con la BD más clásica.
Y es que hay que tener en cuenta que esta historia fue esencial para conformar una nueva corriente estilística dentro de la prestigiosa escuela francesa. Me refiero a la denominada Nouvelle BD, deudora de la Nouvelle Vague (Nueva Ola) que irrumpió con fuerza en la escena cinematográfica de los cincuenta y sesenta. La intención de esta renovación era aportar una visión distinta a un estilo ya estancado, respetando profundamente las obras del ayer pero apelando a las nuevas sensibilidades. Los colectivos de autores del momento recibían el nombre de Atelier, y no sería hasta 1998 que Trondheim y Sfar darían forma al suyo para concebir La Mazmorra. Influenciados por el Conan de Robert E. Howard y el nipón Studio Ghibli, acabarían construyendo junto a una legión de autores uno de los universos más ricos del cómic europeo.
Pese a ser Trondheim y Sfar los padres fundadores de La Mazmorra, fueron muchos los escritores y dibujantes que terminaron participando en la gran saga fantástica. Algunos aportaron una visión particular en el integral conocido como Monstruos, tomando como protagonistas a algunos de los personajes secundarios de las etapas iniciales. Sin embargo, el único autor invitado que participó en el primer ciclo fue Boulet, seudónimo del dibujante Gilles Roussel. Este se une al equipo durante las dos últimas historias que integran el primer tomo (Un matrimonio separado y Regreso a bombo y platillo), aportando una visión gráfica más propia de la fantasía en el medio del cómic. Boulet se aparta de la sencillez estilística de Sfar y abandona sus colores planos, incluyendo la sombra como un elemento esencial dentro de la obra. También aporta ángulos bruscos y perspectivas rompedoras, en contraste con la tendencia de Sfar a dibujar únicamente frentes y perfiles, algo muy deudor de la tira cómica.
Pese a tratarse de un dibujante excelente, los números en los que Boulet participa pierden parte de la esencia que hizo grande a La Mazmorra, alejándose de la sátira repleta de ingenio y picardía para construir algo más en la línea de las tendencias fantásticas del momento.
La Mazmorra cuenta los sucesos que ocurren dentro de la localización homónima, a cargo de un magnate aviar de pequeño tamaño conocido como el Guardián. En su búsqueda de un paladín digno de la leyenda de su Mazmorra, se topará con Herbert, un pato de sangre azul que, a pesar de su torpeza y debilidad, siempre sale airoso incluso de las situaciones más peligrosas. Herbert hará buenas migas con Marvin, un bruto dragón que sirve al Guardián como guardaespaldas. Estas dos criaturas de actitudes casi antagónicas se verán obligadas a trabajar en equipo y derrotar a múltiples villanos, corriendo aventuras dentro y fuera de la Mazmorra, en el salvaje mundo conocido como Terra Amata.
A través de su sátira, La Mazmorra no solo se mofa de la fantasía tradicional y el pulp sino que logra una crítica social constante. La situación del Guardián es motivo constante de burla y ataque a los poderosos, reivindicándose el derecho del trabajador y la sindicalización, todo ello en un tono plenamente humorístico. También abunda el humor gráfico, especialmente cuando Sfar está a los lápices, aunque la obra se reserva momentos para dar rienda suelta a la épica. Pese a lo absurdo de su sistema mágico y su risible worldbuilding, se pueden encontrar grandes secuencias de acción y momentos de aventura clásica que recuerdan a la mejor animación de los ochenta y noventa.
Gracias a esta soltura narrativa y al ingenio con el que se trata cada situación aparentemente arquetípica, La Mazmorra fomenta una lectura tranquila pero ociosa, donde cada viñeta apela a la diversión del receptor. Es difícil no pasar las páginas de este primer tomo sin una tímida sonrisa presente en la cara.
En sus cinco arcos, La Mazmorra abarca al amanecer, punto álgido y ocaso de la localización que da nombre al cómic, así como algunas historias independientes que complementan la experiencia troncal. El primer tomo que publica Norma Editorial abarca el arco conocido como Zenit, que narra el momento de mayor esplendor de la Mazmorra y las principales aventuras de los héroes protagonistas.
Pese a contar con más de veinte años de publicación, La Mazmorra vuelve a sonar con fuerza gracias al reciente éxito de su mayor deudora. Y es que, aunque han pasado ya cinco años desde el final de Hora de Aventuras, la saga animada ha vuelto a estar en boca de todos gracias al estreno de su secuela, Fionna y Cake. Esta, fiel al espíritu aventurero de su predecesora, trata con una madurez superior temas como la depresión y el propósito mientras se permite recursos explícitos que habrían resultado inviables dentro de la serie madre.
De algún modo, con esta violencia y tratamiento psicológico, la nueva serie se acerca a algunos de los aspectos que hicieron grande a La Mazmorra. Sin embargo, la marca de la obra de Trondheim y Sfar estará siempre presente en la serie troncal, un icono de la fantasía que ha inspirado a miles de creadores por todo el mundo.
Quizá el cómic francés no llegue a tener nunca todo el reconocimiento que merece, pero su legado vivirá eternamente.
Ficha técnica
Nombre: La Mazmorra: Integral 1
Numeración: Donjon: Zénith 1-6
Editorial: Norma Editorial
Precio: 35€
Autores: Lewis Trondheim (guion), Joann Sfar (guion y dibujo), Boulet (dibujo)
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