Historia del último crisantemo (1939). Director: Kenji Mizoguchi. Intérpretes: Kôkichi Takada, Yôko Umemura, Shotaro Hanayagi, Kakuro Mori.
SINOPSIS: En el Tokio del siglo XIX, Kikunosuke es el hijo de un gran actor de teatro que tiene que heredar ese puesto sabiendo que la compañía de su padre no lo valoran como actor capaz de ello. Otoku, la niñera de los hijos de su hermano, será quien le ayude a ese trance y ambos se enamoran. La familia no lo aprueba y la despiden. Empezará una historia de amor y drama que abarcará muchos años donde esta pareja sufrirá y se amarán, siendo Otoku la que se sacrifique por el bienestar de su amado.
OPINIÓN: Como todos los grandes directores que protagonizan este especial sobre 1939, Kenji Mizoguchi empezó en la etapa muda, donde su maestría en las imágenes continuará y se engrandecerá en el sonoro y con las innovaciones técnicas. Era un director que tenía una máxima: una escena, un plano. Hará uso de la técnica del plano secuencia antes que Orson Welles lo implantase en Hollywood, y esta película, de 143 minutos, está compuesta de 140 planos. Casi un minuto por plano, siendo el más largo uno de seis minutos donde la pareja está andando cerca de un lago.
Todas las inquietudes del director se encuentran en esta obra: el sacrificio, los sentimientos, las historias de amor al margen de las convenciones sociales y una que será la más representativa de su carrera: la mujer no como objeto o florero, sino como personas incomprendidas y ninguneadas por la sociedad, que lo aceptan de manera estoica pero que son ellas las que hacen que el mundo de los hombres funcione, ya que son capaces de hacerse a un lado por el bienestar y la prosperidad del hombre al que aman, como el personaje de Otoku en esta historia. No son para nada machistas, ya que los personajes femeninos son el motor de las historias y Mizoguchi las utiliza para hablar de los males que tiene sus sociedad y el maltrato que ellas han de soportar.
Volviendo a esta película, todo el lapso temporal de la historia, que abarca casi diez años y con varias localizaciones, crea en el espectador una sensación de que conocemos a los personajes de toda la vida, ya que la historia nos hace ser uno más en el escenario.
MIzoguchi no utiliza primeros planos o planos detalle, todo es abierto, un gran angular donde podemos ver lo que sucede en primer plano y lo que está pasando detrás de los personajes, recreando la sensación de que estamos en la misma habitación o caminado con ellos por las calles.
Su ritmo puede ser lento, pero es el adecuado para la historia, ya que tenemos que ir asimilando cómo los personajes van cambiando su personalidad conforme los años pasan y las circunstancias nos van forjando. El Kikunosuke del principio no será la misma persona que al final de la historia, ya que probará son sinsabores de la vida y el apoyo de Otoku lo hará más fuerte ante la adversidad.
Lo mejor de la filmografía de Kenji Mizuguchi está por llegar, pero esta Historia del último crisantemo se estrenó en 1939, el mejor año del cine tanto en Hollywood como en el resto del mundo, que se verá inmerso ese año en un conflicto bélico terrible. No por nada MIzoguchi es uno de los tres grandes directores japoneses de la historia, junto con el costumbrista Jasujiro Ozu y el todoterreno Akira Kurosawa.
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