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Joaquín Alcántara: “Yo no he querido nunca ser artista, sino conseguir lo que creía que era capaz de hacer”

Actualizado: 6 jul 2024

Una entrevista de Paco Gil

Fotografías de Raúl Díaz


Entrevistas en ‘primera persona’


Joaquín Alcántara sigue levantándose cada mañana a sus 71 años con la misma ilusión de cuando, siendo niño, contempló por primera vez un cuadro y, sin saber ni cómo ni por qué, se dijo a sí mismo que esa imagen que tenía delante sería capaz de reproducirla. Y con esa filosofía, que es la que le hace pasar tres o cuatro horas diarias en su estudio de pintura en Dos Hermanas, ve pasar hoy la vida.

Entrevista a Joaquín Alcántara


“Ser pintor fue una necesidad vital que siempre supe que podía alcanzar.”

Joaquín Alcántara Gómez es uno de los artistas plásticos más significativos y renombrados que ha dado Dos Hermanas, tanto por su virtuosismo con la pintura como por su particular personalidad, esa que, pese al ego que acompaña a todo creador, le ha hecho alejarse de aquello que suene a cualquier tipo de exposición pública y entregarse por entero a su proceso vital de seguir creando todo aquello que le sigue suponiendo un reto, sin esperar a cambio ni parabienes ni descortesía.


“Yo soy nazareno nazareno”, proclama con firmeza cuando se le nombra a su pueblo, ese en el que nació un 25 de noviembre de 1952, en la casa que es hoy el número 5 de la calle Alcoba. “Por eso las cosas de mi pueblo son muy mías”, remarca. Hijo de Joaquín Alcántara Serrano, cuya línea familiar procedía de Jerez de los Caballeros (Badajoz), y de Concepción Gómez Cárdenas, de Lebrija (Sevilla), es el mayor de cuatro hermanos.


Entrevista a Joaquín Alcántara

Casado con Ana Román Reyes, hija ésta de Antonio Román, al que todos conocían en Dos Hermanas como ‘Antoñito’ de cuando fue dependiente “de una tienda que estaba en Los Cuatro Cantillos y que estuvo alimentando a casi todo el pueblo después de la Guerra Civil”, tiene una hija, Ana, “que no quiere ni ver la pintura; eso sí, a la hora de criticarme, es la primera, aunque reconozco que sabe lo que dice”.



“En mi vida he sido electricista, pintor de brocha gorda y finalmente un artista plástico.”

En esta nueva charla con personajes de Dos Hermanas, Joaquín Alcántara hace un repaso a su vida personal, esa que siempre ha estado marcada por la necesidad; a la profesional, que pasó por su etapa como electricista y pintor de brocha gorda a la de trabajador del Ayuntamiento nazareno; y a la de artista, en la que su atrevimiento y desafíos constantes le han hecho ser reconocido como uno de sus hijos ilustres.


Entrevista a Joaquín Alcántara


“A los 12 años, un lienzo y unos pinceles despertaron en mí el veneno de la pintura.”

Pero dejemos ya que lo cuente él en primera persona:


“En mi casa no había ningún tipo de tradición artística, aunque sí en mi familia porque el primo hermano de mi padre es Clemente Alcántara, que en su día fue un pintor bastante relevante. Es más, recuerdo, como si fuese ayer, que un día entré en la casa de los tíos de mi padre, que era donde vivía Clemente, donde había unos cuadros en la pared pintados por él y cuando los vi, siendo yo un crío, fue cuando se despertó a mí el veneno que tengo dentro todavía por la pintura. Él llegó a ser copista del Museo del Prado, que no es cualquier cosa. Y lo que yo sentí en ese momento fue mi convencimiento personal de que yo también sería capaz de hacer aquello. Hasta entonces, lo único que había dibujado era lo que se hacía en las clases de Dibujo en el Colegio del Ave María, en cuya materia, por cierto, siempre sacaba un 10, y es que tenía cierta habilidad con la proporción y las medidas. A esas edades, a los chavales les daba por jugar al fútbol, pero a mí me dio por el dibujo. Recuerdo que mi padre me compraba un bloc de dibujo con mucho trabajo, porque por aquel entonces no teníamos dinero para esas cosas, y yo lo llenaba en nada. En esos comienzos lo hacía todo a lápiz, pero cando empecé a ver que se podía pintar con colores, me compré dos: el blanco y el negro, y así llegué a hacer una serie de pinturas en restos de paneles que yo le pedía a los carpinteros del pueblo. Es más, todavía conservo algunos de ellos. Y lo que pintaba eran escenas en torno al mundo del toro, porque era lo que le gustaba a mi padre. La temática para mí por entonces era algo indiferente, porque yo es que no era más que un crío”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

 

“Nunca tuve un maestro; mi formación vino de libros y la observación.”

“Cuando mis padres me veían dibujar, la verdad es que no me echaban ni cuenta. No era como hoy, en el que a los niños se les pone rápidamente en lo alto de un pedestal. Pero es que sus problemas eran llevar todos los días dinero a casa para poder comer. Por aquel entonces, lo único extra que nosotros teníamos era, si acaso, para comprar una oncita de chocolate los sábados. ¡Hombre, orgullosos se sentían de mí, claro!, y cuando me iba haciendo mayor y consiguiendo objetivos, pues la verdad es que estaban muy satisfechos. Por aquel entonces yo no me llegué a plantear formarme en la pintura, y mucho menos pensar en estudiar Bellas Artes. Eso sí, yo por mi cuenta fui tomando nota de todo lo que caía en mis manos, de forma que con 15 o 16 años, los dos duros que me daba mi padre a la semana para ir al cine, yo me los gastaba en libros. Y como venían ilustrados con fotografías, pues para mí era un veneno mayor, porque lo que veía, lo quería reproducir. Y era así porque yo me sentía capaz de hacerlo. ¡Y eso sin que tuviera un maestro que me enseñara técnicas! En mi vida solamente hubo un hombre, cuando yo tenía unos 12 años, que si no recuerdo mal arreglaba relojes y que vivía frente a una de mis abuelas, que era aficionado a la pintura y que en una ocasión me puso un lienzo delante, me dejó sus pinceles y demás, y me fue guiando para hacer algo. Me pidió que hiciera un dibujo y luego me fue diciendo que le fuera dando color poco a poco. Y es que insisto en que mi formación sólo procedía de los libros que yo compraba, de leerlos y de fijarme en las pinturas que traían”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

“Al margen de esta pasión mía, yo llevaba también para adelante mis estudios, llegando a entrar en la Universidad Laboral. Y es que, aunque la gente no se lo cree, yo soy, con título en mano, técnico de Electromontaje; en otras palabras, electricista. Allí llegué hasta primero de Maestría. Por entonces tenía 18 años y fue cuando empecé a trabajar como electricista para una empresa subcontratada por Abengoa. Recuerdo de esa etapa que yo fui, por ejemplo, uno de los que llevó la electricidad al pueblo del Castillo de las Guardas. Esta fue mi profesión durante un breve espacio de tiempo, porque después me metí a pintor de brocha gorda, que para mí era un trabajo mucho más cómodo. Y hasta hubo una etapa en la que me llegué a ir a Suiza, precisamente para trabajar como pintor de brocha gorda. Yo tenía allí un amigo que había hecho conmigo Electricidad en la Universidad Laboral, que la verdad es que me lo puso fácil porque me dijo que me esperaría en el aeropuerto y que me llevaría luego a la empresa donde él trabajaba. Y así empecé allí, donde por cierto me contrataron nada más que me vieron trabajar por la habilidad que yo tenía. Me fue tan bien que me renovaban, pero como por aquella época los inmigrantes teníamos que salir del país una vez al año de forma forzosa al menos durante un mes, me vine a Dos Hermanas y cuando ya me llamaron para regresar, dije ya que no porque es que mi madre estaba mala y preferí quedarme aquí”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

“Fue por entonces cuando empecé en el trabajo más duro que existía entonces, y que tuve que hacer porque hacía falta en mi casa: me coloqué en la empresa de los hermanos Bueno, donde se hacían herraduras y pletinas de hierro fundidos a más de mil grados de temperatura. Allí se me llegaron a congelar las manos del esfuerzo que tenía que hacer, de forma que me llevé unos dos años sin poder cerrarlas. Pero llegó un momento, una vez que hice el servicio militar y estaba ya casado y tenía a mi niña, en el que un tío mío que trabaja en el Ayuntamiento me dijo que había una posibilidad de que yo pudiera entrar allí. Mi tío estaba enamorado de las cosas que yo hacía, y me animó. Se habían convocado unas oposiciones, pero le dije que ir al Ayuntamiento para blanquear paredes, que nada de nada, porque yo quería ser pintor de brocha gorda pero con más profundidad que eso. Pero por mucho que le dije que no, mi tío, sin decirme nada, se permitió el lujo de pagar la inscripción para el examen. Yo por entonces había abierto una papelería-librería en Ciudad Blanca para que trabajara en ella mi mujer, porque había que luchar en la vida por todos lados. Total, que mi tío me dijo entonces que el día tal a tal hora tenía que estar en el Depósito Municipal para el examen, que se había convocado en concreto para un lunes. Pero resultaba que los tres días anteriores, viernes, sábado y domingo, se celebró la Feria del Libro en El Arenal, donde mi mujer tuvo un stand y a la que yo estuve ayudando yendo por todas las librerías de Sevilla pidiendo libros prestados, terminando de recoger el último día el stand a eso de las tres o las cuatro de la madrugada. El examen era a las nueve de la mañana. ¿Y qué pasó? Pues que me quedé dormido. Me levanté sobre las nueve y algo, pero aún así, me fui para allá, con la suerte de que me encuentro de que todos se habían ido a tomar café, tanto los miembros del jurado, porque faltaba una persona que debía llegar de la Junta, como los candidatos. Me puse a esperar hasta que aparecieron todos y se celebró por fin el examen. Allí había a un montón de pintores de brocha gorda del pueblo, algunos de los cuales, la verdad, se acabaron yendo cuando me vieron. Total, que empieza el examen con una primera parte que fue de cultura general. Yo creo que, de diez o doce preguntas, sólo fallé una. Y cuando llegó la parte práctica, que consistía en pintar a pistola, en preparar una chapa y luego en rotularla, resultó que yo ya sabía manejar todo eso de mi etapa en la Universidad Laboral. Recuerdo que me pusieron encima de mi chapa un vaso de plástico con la pintura para rotular, al que le habían echado disolvente, de forma que cuando me di cuenta el vaso se estaba disolviendo y, como se iba a volcar todo sobre la chapa, cogí y le pegué un manotazo, tirándolo todo al suelo. Me preguntaron por lo que había pasado, lo expliqué y me pusieron una pintura nueva. Y llegó el momento del examen, que tuve que hacer yo el primero porque se seguía el orden alfabético de los apellidos. De esta forma, antes de ponerme a pintar la chapa, tuve que preparar el compresor, la pistola, limpiar la chapa, preparar la pintura…, y rotularla. Pero, claro, el que vino detrás no tuvo más que coger la pistola y apretar el gatillo. Y así el tercero y el cuarto y el quinto… ¿Qué pasó? Pues que impugné el examen. Y me dieron la razón, aunque yo vi que el jurado no decía ni pío. Al final, se pusieron las notas en el tablón de anuncios del Ayuntamiento y resulta que Joaquín Alcántara no estaba entre los dos admitidos. Pero, según supe tres años después, al parecer llegó el alcalde, que era Benítez Rufo, que aunque no estuvo presente en la prueba era el presidente del jurado, preguntó por los resultados de los exámenes, y dijo:


Entrevista a Joaquín Alcántara

-“¿Cómo es que hay una diferencia de 0,07 décimas entre éste y éste?”

Y le dicen:

-“Bueno, es que eso es lo que ha dado el resultado de los exámenes”.

-“Quiero verlos”, dijo Benítez Rufo.

“Pidió primero los exámenes teóricos, los de cultura general, y vio que era yo el que tenía mejor nota. Se fue luego al Depósito Municipal a ver el resultado del examen práctico, preguntando primero cuál fue el motivo de la impugnación, se lo explicaron, y dijo:

-“¡Ah!, es éste el que sacó la mejor nota en el teórico, ¿no?”

-“Sí”, le respondieron.

Se puso a revisar todas las chapas que se habían realizado, y preguntó de nuevo:

-“¿Esa chapa de quién es?”

Y le dicen:

-“De Joaquín Alcántara”.

-“Pues este es el que mejor ha dibujado las letras”.“Sí, no está mal”, le respondieron.

-“No está mal, no, es la mejor de las chapas. ¿Cómo que este hombre no ha aprobado?”


“Los que nos presentamos a esta oposición nos habíamos ido después del examen al Casino a tomar una cerveza, y estando allí, como a las dos horas, resulta que llamaron de pronto del Ayuntamiento preguntando por nosotros, le dijeron que allí seguíamos y nos comunicaron entonces que el resultado final de las oposiciones había cambiado y que fuéramos de nuevo a ver el tablón de anuncios. Y cuando lo vi, me di cuenta de que yo estaba ya entre los dos aprobados. En fin, así entré en el Ayuntamiento. Pero de todo esto que pasó yo no me enteré hasta tres años después, que fue cuando me lo contaron gente del comité de empresa y personal del Ayuntamiento. El caso es que uno de ellos me dijo:

Entrevista a Joaquín Alcántara

- “Deberías pedir tu expediente para ver qué pasó con tu nota”.

Me fui entonces a Personal, pregunto por mi expediente y me dicen:

-“Su expediente ha desaparecido”.

-“¿Cómo?”, pregunté yo. “¿Y eso cómo va a ser? Tiene que estar ahí”.

“Y es que lo habían quitado de en medio por alguna razón”.


“Mientras tanto, yo seguía pintando mis cuadros, aunque, al margen de dos parones muy gordos que tuve porque veía que todo esto no conducía a nada, que la gente no entendía lo que hacía y que había incluso quienes se mofaba un poco de mi forma de pensar, lo que hice fue ir solo por la vida y pintando lo que me daba la gana”.


“Yo no he querido nunca ser artista, sino conseguir lo que creía que era capaz de hacer.”

“En aquella época en la que yo empezaba había un grupo de personas, como José Romero, Pepe Luna, Pepe Moreno, Curro Díaz, yo mismo…, que teníamos nuestras inquietudes en relación con las artes plásticas, y que nos reuníamos cada cierto tiempo en la sede de la Peña Bética, pero no para hablar de técnicas y eso, sino de arte. Y la verdad es que eran muy interesantes. Y es que la relación que teníamos unos con otros era muy buena. Se trataba de hablar de arte, porque nosotros no éramos artistas, éramos unos mindunguis, pero ocurría que mucha gente todavía no había aprendido a diferenciar entre el realismo, el surrealismo, el hiperrealismo, el cubismo o la abstracción. Y cuando no saben diferenciarlo… Yo creo recordar que metí la pata muchas veces intentando explicar a la gente mis conocimientos, pero la gente te ignoraba de una forma despectiva. Por eso yo me fui retirando cada vez más, hasta el punto de que sigo solo. No quiero influencia ninguna por eso”.


“Y es que yo no he querido nunca ser artista, sino simplemente llegar a conseguir lo que creía que era capaz de hacer. Mi necesidad de pintar ha sido siempre porque me sentía capaz de hacer grandes cosas. Y si había alguien, como un tal Miguel Ángel, que pintaba, pues yo lo que quería era hacerlo como ese hombre. Mira, nunca se me ocurrió pintar como Pablo Picasso hasta que descubrí sus dibujos de cuando era un chaval, que eran impresionantes. Y a mí se me ocurría que yo quería llegar a ser, no ellos, sino sentirme capaz de pintar igual. Y por eso seguí. A la gente le cuesta cada vez más entender lo que yo hago. No saben valorar que una persona pueda ser pintor y artista a la vez. Y no sabe diferenciar el arte de la pintura, que es distinto. Y esas cosas, cuando cuesta tanto trabajo que la gente se pare y sea capaz de digerirlo, fue lo que me hizo que tirara la toalla y me dedicara a hacer lo que hago, que es ir por mi cuenta. Tengo muy claro lo que es casa cosa, pero no voy a entrar a discutir con alguien sobre ello. Cuando me pregunta muchísima gente qué te parece lo que he hecho, soy tremendamente benevolente porque respeto mucho cuando alguien que hace algo, por muy mal que esté. Si lo hace bien, encantadísimo. Si lo hace mal, ya mejorará. Y así me muevo yo, sin entrar mucho en materia, porque, si no, lo que hago es chocar con la gente, y la verdad es que no tengo ninguna necesidad”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

“Está claro que la aspiración de cualquier artista es exponer y llevar su obra a los demás, y yo he llegado a realizar una serie de exposiciones individuales a base de mucho trabajo, porque dinero desde luego no había. Lo que yo llegué a hacer en algunas ocasiones es que me buscaba un local, que en algunas ocasiones daba hasta miedo entrar, y me dedicaba, algunas veces con mi madre, que se venía conmigo, y con los que querían echarme una mano, a limpiar, a barrer, a fregar y a pintar las paredes. Y así llegué a hacer dos o tres exposiciones muy interesantes en Dos Hermanas, y con muy buenos resultados. Una de ellas fue, cuando yo tenía unos treinta y algo años, en una casa antigua que estaba justamente al lado de la Cruz de los Caídos. Cuando yo entré la primera vez, me quedé sorprendido porque aquella casa había acogido una fiesta de Nochevieja y lo habían dejado hecho un vertedero. Pero con mi trabajo lo acabé convirtiendo en una sala de exposiciones con una música de ambiente y con unas luces preciosas. Y acabaron pasando por allí, contadas por mí, más de 2.600 personas”.


“Todas las exposiciones individuales que yo hacía eran siempre a base de mucho trabajo, pero me merecía la pena porque era la forma de que la gente te conociera y te respetara. La temática que yo llevaba ha sido muy diversa. En esta de Los Jardines fue en torno al surrealismo, que me había cautivado porque era algo que me daba pie a soltar la imaginación, a alcanzar esa creatividad que es muy necesaria. El surrealismo no te dejaba nunca crearte una incógnita, como la que tenían la inmensidad de los pintores, que por entonces se preguntaban qué pintar. Y es que yo no tenía esa necesidad, sino que cogía el bolígrafo o el lápiz y empezaba dibujar”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

-“¡Qué imaginación!”, me decían.

- Y yo respondía: “La imaginación es creatividad. No separar una cosa de la otra”.

“Era como decir que la acuarela es cosa de niños porque se suele hacer en los colegios. ¡No señor! La acuarela es una técnica de las más difíciles que existe, y no es que fuera respetable, es que había que adorarla. Y a mí el surrealismo me proporcionaba esa facilidad de hacer lo que a mí me apetecía y disfrutarlo. Yo me expresaba por entonces con el óleo, que era casi lo único que conocía hasta entonces, pero cuando descubrí las virtudes de la acuarela, me tiré a la piscina con ella, a una piscina además tremendamente vacía pero a la que empecé a sacarle cosas. Recuerdo que llegaron algunos profesores la Real Academia de Sevilla a ver mi exposición, que era de óleo y acuarela, y me dijeron”:

-“Chaval, deja el óleo si quieres porque lo tuyo es la acuarela”.

“Que era como una forma de decirme que eran maravillosas. Yo incluso llegué a formar parte de la Asociación de Acuarelistas de Andalucía”.

“Yo nunca me he ganado la vida con la pintura. ¿He vendido cuadros? Muchísimos. Y tengo cuadros en muchos lugares, y no hablo solo de Dos Hermanas, sino de Australia, Estados Unidos, Francia y, dentro de España, Barcelona, Bilbao, Madrid… Voy a contar una cosa además que no la sabe el 99 por ciento de la gente: hubo una época en la que hasta la puerta de mi casa llegaron de noche unos coches muy grandes con personas que llamaban a la puerta queriéndome comprar pinturas. Y yo les decía”:


Entrevista a Joaquín Alcántara

-“A esta hora no atiendo a nadie”.

“Y es que tenía que darme a respetar un poco, porque yo no era una persona que vendía garbanzos al peso. Insisto en que he pintado, he vendido, he expuesto, pero no he vivido nunca de mi obra”.

“De todas las etapas por las que he pasado, hay una que me costó algo al principio, pero que luego me enganchó también, que es la del acrílico. En un momento determinado me dijeron que había una pintura al agua que había salido nueva, que secaba rapidísimo, pero que era imposible pintar con ella. Y ahí tuve un reto más. Ese tipo de desafíos me provocaban esa necesidad. Me compré cuatro o cinco botes de acrílico, empecé a pintar y vi que aquello se secaba antes de los dos minutos. “¿Y esto cómo va a ser?”, me preguntaba. Claro, acostumbrado al óleo, a magrearlo, a manipularlo y a darle vaselina, pues me decía yo que era imposible pintar con acrílico. Y lo abandoné. Pero al cabo de unos años me dije: “Si el acrílico va con agua, voy a pintar entonces acuarela con acrílico”. Y me puse a hacerlo, sacándole un resultado que no me daba ya el óleo. De hecho, yo pinto en acrílico desde hace ya unos diez o doce años y no toco la acuarela para nada. Es decir, que lo que se vea mío ahora, todo es acrílico”.


“Mi trabajo en la pintura no buscaba ni fama ni reconocimiento, solo el reto de crear.”

“De las exposiciones que yo he montado y que más grato recuerdo me traen fueron las que hice en el Palacio de Congreso y Exposiciones de Sevilla con motivo de la Feria del Toro. Yo ya había pintado el toro con acrílico con motivo de una exposición que hice con José Luis Jurado aquí en Dos Hermanas. Y cuando hice la del Palacio de Congresos, escuchaba a la gente y veía que se sorprendían porque decían que nunca habían visto tocar el tema del toro con esa frescura y con esa soltura. Yo había hecho previamente un reportaje de fotos en una ganadería, y en base a eso pinté esos cuadros”.


-“Es que eso es la primera vez que se ve en el mundo del toro”, me decían.

“Y a la gente le enganchó, hasta tal punto de que cuando dejé de ir, después de hacer dos o tres exposiciones, me preguntaron el motivo y respondí que porque me costaba mucho dinero y porque tampoco tenía el tiempo que necesitaba para ello”.

-“Pues que sepas que en el mundo taurino que ha visto tus cuadros, la gente se ha quedado con un gusto especial”, me comentaron. “Deberías seguir pintando temas taurinos”, me insistían.

 

-Y yo contesté: “Eso lo pinté por un motivo concreto, pero es que no me puedo dedicar al tema taurino solamente”.

“Y ahí lo dejé. Es verdad que me sentía muy satisfecho con esos comentarios, pero a mí lo que me seguían atrayendo eran los retos que se me planteaban, entre ellos, por ejemplo también, la cartelería, con la que he ganado no sé cuántos concursos”.

“La exposición que monté junto con José Luis Jurado, que es un buen artista en el bronce, fue en la parte antigua de La Almona, y confieso que me marcó, como creo que marcó también a más de uno en Dos Hermanas. Eran pinturas con imágenes de los toros hechas en su ambiente en el campo. Y conseguimos meter allí a miles de personas”.


Entrevista a Joaquín Alcántara

“Hace poco participé con un cuadro en la exposición que acogió La Almona con motivo del 75 aniversario del Señor de la Oración en el Huerto de Dos Hermanas, pero la verdad es que no pienso exponer nunca más. ¿Por qué? Porque no merece la pena. Tanto esfuerzo, tantísimas cientos de horas que tengo que dedicarle, los gastos que supone para poder presentar una exposición dignamente…, de verdad que no merece la pena. ¿Y a cambio de qué? Si yo pinto es para mi satisfacción personal, para seguir evolucionando y para saber más, porque nunca se acaba de aprender. Pero es que, además, mi desarrollo no se quiere conocer. Si yo pongo una exposición, por ejemplo, con todos los Cristos de Dos Hermanas con motivo de los 475 años de la Hermandad de la Vera-Cruz, y se vienen todos los cuadros para mi casa, pues... Me había gastado en ella más de dos mil euros, enmarqué las pinturas con brocado verde sobre tablero y los pinté sobre papel especial, en acrílico, porque el papel nunca se pudre, para que durara eternamente si hiciera falta. Y tal como se colgó, es verdad que lo vio mucha gente, pero ni del mundo cofrade, salvo algunos, ni del mundo del arte me dijeron nada ¿Me mereció la pena tanto esfuerzo? Pues no. Entonces, ¿para qué voy a seguir exponiendo?”

“Eso sí, yo no paro. Ahora mismo estoy centrado en el mundo del grabado. Tengo de momento un registro de 110 grabados, de los que no se ha expuesto ni uno, pero, sin embargo, he vendido ya unos pocos a través de las redes sociales. Y ya digo que es ahora mismo en lo que estoy centrado, porque después de pintar una de las bambalinas de la Virgen de las Angustias de Dos Hermanas, de las que tengo que hacer las cuatro, resulta que me deja tan saturado, debido a la concentración y la preparación que requiere, que tengo que tomarme un tiempo entre una y otra, porque lo que quiero es que sea algo único”.


“A estas alturas de mi vida, en el mundo de la pintura no tengo ninguna aspiración. Bueno, sí: divertirme, pasarlo de lujo y enseñar lo que hago a los amigos que me quieren. Ahora mismo, por ejemplo, tengo en lo alto de la mesa una propuesta de la Asociación del Carruaje de Andalucía para que exponga en una sala que tienen en Sevilla, pero no me llama la atención, la verdad. La Delegación de Cultura está abierta también a que exponga, pero es que yo me vuelvo a preguntar: “¿Para qué? ¿Para reconocer mi arte? ¡Pero si eso no sirve para nada!” ¡Yo no necesito ya que me digan qué bonito! Pero, eso sí, a mis 71 años sigo luchando por mis cosas, que es lo que de verdad me ilusiona”.


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