Como es tradición durente el mes de noviembre dedicado a los fieles difuntos podremos encontrar a las dolorosas y devociones marianas de la ciudad vestidas de luto en memoria de los fieles difuntos.
Es tradicional conforme se va acercando el mes de noviembre y, concretamente en los primeros días de este, que las diferentes Hermandades presenten a sus titulares marianas ataviadas de luto para conmemorar así el mes de los difuntos, que concretamente la Iglesia celebra su memoria el día 2 de noviembre.
Esta tradición tan ligada a la religiosidad popular y la cultura por el duelo y la muerte, nos lleva a humanizar a las imágenes sagradas, de diferentes formas, y de manera inconsciente, se han ido reafirmando con el paso del tiempo, sobre todo en momentos duros como es el de la pérdida de un ser querido, han hecho que esta forma de vestir a las imágenes de la Virgen María perduren hasta hoy.
Si bien, esto tuvo como detonante la muerte de Joselito El Gallo, siendo miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Esperanza Macarena de Sevilla en el año 1920. Siendo este un hecho que se volvió a repetir en ciertas ocasiones como con la muerte del ilustre bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
Desde entonces varias Hermandades empezarón a vestir a sus dolorosas con atuendos de luto por el fallecimiento de algunos hermanos, llegando a nuestros días como toda una tradición de ver a las sagradas imagenes marianas vestidas de luto incluso a muchas de las devociones de gloria.
Hay que tener presente que las dolorosas suelen adaptar a sus atuendos los colores de la liturgia. Antes del concilio Vaticano II se podían usar más colores, cosa que los vestidores siguen aprovechando en nuestros días. En la actualidad desde el concilio Vaticano II se usa el morado como color litúrgico, aunque el uso de ornamentos negros no se ha prohibido y sigue siendo opcional.
En las Hermandades nada es improvisado, siguen un canon simbólico heredado del arte barroco, no es sólo gusto de vestidores y camareras, que se limitan a reflejar su impronta, sino que todo tiene un porqué, un porqué que forma parte de ese rico patrimonio inmaterial del que es depositario nuestras corporaciones.
Por tanto cada noviembre, en ese negro de los terciopelos o damascos que cubren estos días a nuestras dolorosas, están más presente que nunca esos hermanos que ya se fueron. Es una llamada para orar por ellos y de que su recuerdo siga presente entre nosotros.
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